viernes, 29 de junio de 2012

CIUDAD, VOS SOS MI PUEBLO por Mariano Giammona.







CIUDAD, VOS SOS MI PUEBLO

Ciudad, cuando te conocí ya eras Ciudad.
Recuerdo como si fuera hoy,  cuando antes del año de que me recibieras con tus brazos abiertos ya cumplías el medio siglo.
¿Pero si ya eras ciudad,  por qué te digo “pueblo”?
Porque me hiciste vivir cosas bonitas, mágicas, tiernas, dulces, y recuerdos imborrables,  como cuando era pibe en mi  barrio de la ciudad de las diagonales.
La vida del barrio es parecida a la vida de un  pueblo. Las noticias buenas o las  malas se saben, aunque no se lean en el diario, ni se escuchen por la radio.
Hacía ya varios días que estaba viviendo en Villa Regina dispuesto a instalarme para cumplir con mi nuevo trabajo en Crybsa.
Acostumbrado a la gran ciudad, creía que conseguir una casa en alquiler era cosa fácil. Lo difícil iba a ser  la garantía, pero en fin… ya veremos, me dije.
Resueltamente comencé a averiguar en la misma empresa si sabían de alguna que estuviera disponible.
Con desazón después pregunté por una  inmobiliaria…
Aquí inmobiliaria no hay y para que te enteres taxi hay solo dos -dijeron riendo-, sólo el  “boca a boca” te puede salvar….
Me acomodaba en las confiterías del Club Regina y del Círculo Italiano, esperando que  café por medio llegara el dato,  pero nada…
Me acordé cuando en la Ciudad de La Plata nos llegaba un camión con mil cajones de cerveza para descargar en un día domingo.
Con mi hermano salíamos a recorrer los barrios de atrás de las vías de la calle 71, y al primer tipo con cara de laburante que pedaleaba por la tierra, le preguntábamos por … (e inventábamos un apellido, por caso “Fuentealba”).
¿Fuentealba?, ¿y que calle le dijeron?, … no aquí por el barrio no hay ninguno… ¿y a que se dedica?..
No mirá -decía mi hermano- lo buscamos para una changa para descargar un camión… No, no lo conozco, pero… yo podría ir si es lo mismo. ¿Cuánto pagas?, y ahí nomás arreglábamos sin necesidad de una agencia de empleo.
Si en La Plata daba resultado, por qué no aquí en Villa Regina.
Comencé la recorrida en  los barrios potables para vivir. Repetí el juego por varias veces  sin resultado positivo.
El siguiente fin de semana, ya buscando a las viejas con más cara de chusma que encontraba barriendo la vereda o la calle de tierra, volví a la carga…
¿Fuentealba?. ¿y que calle le dijeron?, … no por aquí no hay ninguno… ¿y a que se dedica?..
Mire señora me dijeron que tiene una casita en alquiler… y yo estoy buscando… ¿vio?
No, Fuentealba no pero mi vecina Horacia sé que alquila la casa porque al marido lo trasladaron a Viedma,… es policía…¿sabe?, recién la vi, está aquí a media cuadra en la casa de la mamá.
Horacia nos acompañó, abrió la puerta. La casa estaba armada, casi con la mesa puesta. El alquiler era razonable…
Zas!!!! Dije entre dientes… ahora se viene lo de la garantía…Pero no. Casi me muero cuando me dijo: “mire muchacho usted está pagando hotel y yo mañana viajo a alquilar en Viedma, así que el contrato no lo podemos firmar hasta que vuelva la semana que viene, tráigase unas sábanas e instálese, tome las llaves y que tenga suerte”  “Ahhh, los huevos de la heladera son fresquitos y caseros, va a ver que ricos…”. El lunes firmamos y me paga, ¿le parece?.  La casa estaba completita, .., la heladera llena, las camas hechas y casi me termino de morir cuando mirando el estante del modular vi con sorpresa que hasta había dejado el monedero con el dinero de las compras  diarias. Y yo pensando en la garantía!!!!!!
Esto me gusta, .., y extrañándolo me dije: …esto es mi barrio!!!.
Como si me estuviera escuchando, con cariño y con respeto le dije: Regina… Ciudad…, desde hoy serás “mi pueblo”.
Parecía que eras el conocido de siempre, la gente me llamaba por mi nombre, para todos era Mariano (y todavía hoy lo sigo siendo), con el mismo cariño que a Canceco le decían “el negro”. Eso estaba bueno…
Las casas quedaban abiertas, los autos con las llaves puestas, las bicicletas apoyadas en el árbol de la puerta. Mirá como será que mi señora en esos años encontró en lugar de su Renault 12 rojo, uno parecido en el patio del corralón, y con las llaves puestas. Bueno, ya partía con Don Ovidio a  hacer la denuncia en la comisaría, cuando llegó Horacio que confundido se había ido  a “hacer” Tribunales a Roca ese día con el auto cambiado. Como quién?, si vos lo conocés,…, fue gobernador… en serio te lo digo!
Siempre fue un pueblo especial. Yo creo que debe ser el único en el que todos nos peleábamos por tomar leche de hormiga, o comer chorizos de gallo.
“Hormiga” era un tipazo en el pueblo, yo creo que era amigo de todos, con un humor espectacular y un carácter dulce y eléctrico a la vez, no alcanzabas a abrirle la puerta que ya te había dejado la leche que a él le parecía. Si le decías que era mucha, a las risotadas  mientras se montaba a la ranchera te gritaba: “dale… hace manteca y mañana me convidás”, cuando rezongabas que era poca, te chanceaba, también a los gritos,  “dale…ponele agua que es gorda y no se nota”, pero nunca volvía atrás.
Gallo no te traía los chorizos a tu casa, tenías que ir temprano para conseguir la buena factura que hacía, pero en fin..., valían la pena, eran de puro cerdo.
Mirá si será especial Regina, que comprábamos carne en “carnicería Malacarne”,… que apellido para hacer marketing…!!!
El pelo nos lo cortábamos en la “Peluquería Cabello” de la calle Reconquista, bueno aquí el apellido le vino bien al negocio, …le vino al  pelo a Cabello el oficio de peluquero!!
Todavía hoy, si pasas por la calle España, podes conseguir vidrios de mármol, y seguro que Mármol te atiende y te los corta a la medida…
Ahh, vos pensás que Hormiga se enojó con Hormiguita cuando el pibe dio la fórmula de la leche en la clase de la escuela, ni por asomo, se mataba de risa. Bueno, como en los cuentos de “Jaimito” la maestra para entretenerlos les preguntó a los chicos sobre los oficios de cada papá.  Cuando le tocó el turno, Hormiguita explicó claramente que la leche de su papá, se hacía poniendo en “el tarro grande de aluminio” una manguera con agua y otra con leche, y así se hace la “leche que vende mi papá…”
Pueblo de gringos…, pero no extranjeros cualquiera, eran todos tanos, el cocoliche en esa época se escuchaba todavía en las calles, acordate  de “don Carmelo”, de Candela de la Cipolletti, del amigo Di Leonardo, de don Pietrini, el del aserradero, o del gringo Quaranta. Como no quiero que me pegue algún hijo o nieto de algún personaje, les cuento un par de anécdotas, sin decir de quien se trataba,  porque total alguno entradito en años le va a explicar a los pibes de quien se trata, sin que quede yo como el gran difamador y mentiroso.
El doctor Noceti, atendiendo a uno de ellos que manifestaba ir “duro” de cuerpo lo mando a que viera al Dr. Galparoli. No tenía ese día secretaria, así que la  puerta la abrió el propio bioquímico. Venciendo su timidez y vergüenza, sacó arrebatadamente un pañuelo del bolsillo trasero y desenvolviéndolo  mostró su contenido, diciendo… “ma dottore, hago la kacca dura e con sángüe…, ke puete sé?”
Otro,  desesperado, como pidiendo clemencia,  le lloraba a los inspectores de Rentas que lo habían pescado en un renuncio…
“e ahora ke hago, sono morto…”,
no se aflija lo consoló uno de ellos, no se aflija… se acoge a la moratoria y listo…
Ma nó, ma nó figlio mio, si appena puedo con la Carmela.
Con Carmela, después que se fueran los inspectores,  partieron a almorzar a la casa del hijo.
Justo los pesca un operativo en la ruta.
… y baliza lleva?
E  para que queré ke  la yebbe, si voy a lo de Carlitos y vuelvo, no me kedo a dormí  sta noche...
O como aquel otro que participaba al médico de sus dolores de estómago…
y ud. amigo, defeca?,
má no doctore, si appena tengo lu terrenito…, le decía en su cocoliche agarrándose la panza..
No me acuerdo si era un grupo musical, o que tipo de artista que se presentaba en el Teatro. A la hora de arreglar el caché el representante pidió “fifty-fifty”,
¿Cómo? Dijo el gringo…
Muy suelto de cuerpo el apoderado le dijo, “es lo normal señor… “ana-ana”, como se acostumbra….”
El tano, primero se quedó pensando y luego  se plantó,
porque de negocios sabía, no por nada había hecho una fortuna desde que llegó de Italia!!
con dulzura pero firme dijo
NOO; NOO; NOO…, NE “FIFTY-FIFTY”  NE  “ANA-ANA”, METÁ E METÁ SI, E SERRAMO NEGOZZIO…
Lo de Quaranta, fue un caso especial, no  tanto  de “cocoliche”, sino de asociación de una frase armada y normal en español, traducida del italiano.
Corría el final de la  década del 70, y don Ovidio al frente del mostrador atendía al gringo trabajador y pagador que era un cliente chiquito pero seguro.
“E… save don Ovidio, ke non traqué plata per pagá…”
No se haga problemas lo dejamos en cuenta corriente y listo.
Talonario en mano preguntó… cómo era su apellido, don José?
QUARANTA, rápido dijo José… con la Q de formaggio per favore…
Los chicos de hoy creerán que es mentira, pero en esas épocas las ideas eran un poco antiguas. Todavía se usaba el luto riguroso, la mujer divorciada era una descocada, y los preservativos mala palabra, y mala cosa. Solamente los compraban los hombres. No estaban exhibidos a la vista,  ni en kioscos ni en farmacia,  y no había propaganda de ellos. El boca a boca decía cual era bueno y cual no. Comprarlos era todo un tema. La mejor forma era en la máquina expendedora de los  baños públicos, que si alguno te veía, quedabas como un piola. Si la expendedora estaba rota empezaban los problemas.  
Tenías que saber en que farmacia o en que kiosco te atendía un hombre y espiar que no hubiera nadie, para que no te escucharan pedir “eso”. Justo cuando lo lograbas, entraba alguien y terminabas pidiendo un chicle o un cepillo de dientes, y volver más tarde. Al gringo que vivía al lado de la Escuela 52 esas cosas no le pasaban, cruzaba la calle y resueltamente se dirigía al kiosco que estaba enfrente, hubiera gente o no, le daba igual. Total sabía que con su idioma cocoliche nadie se iba a dar cuenta de lo que pedía, y tampoco podían ver lo que compraba porque el kiosquero se agachaba, lo buscaba, y te lo daba envuelto.
Rápido encaraba como zorrino al tren:
bueno día….má dame un fó.
(lo que no sabía era que los alumnos  si estaban de recreo se cruzaban desde la escuela  para escucharlo pedir el famoso “fó”).
Unos años antes de lo que te conté, ni sabíamos que existían chicos con cara y cuerpo de chicas bonitas. Claro el pobre cliente del cabaret, -cuyo dueño tenía apellido muy gringo, pero acento bien porteño-, se llevó flor de chasco y fue en queja al Comisario. Aclarando el punto el titular decía:…”mire Comishhario, yo a las chicas las pedí a Buenos Aires, pero vio, me las mandaron un poquito entreveradas. No se preocupe que no va a volver a pasar, porque la próxima vez las reviso primero antes de bajarlas”.
Si se me hubiera ocurrido hablar en vida con Miguel Quijano, cuántas anécdotas me hubiera contado del Registro Civil del que era encargado.
Bueno, no se me ocurrió, pero aquí les cuento dos, una recogida en la calle,  y la otra la sé de primera fuente.
Yo tenía un colega Contador cuyo nombre era “Lituarde”. Me llamaba la atención porque nunca había escuchado ninguno parecido,
Un día hablando con un anciano del pueblo, me contó que el empleado del Registro Civil, cuando debieron anotarlo, preguntándole al padre por el nombre del niño, este le respondía “Lituarde”…
Lapicera en mano decía “repítame por favor como se llama el niño”…
Enojado y casi a los gritos insistía el gringo:  “LI-TUAR-DE”…”LI-TUAR-DE”…,
Como es que no lo entendían!!
Ese fue el nombre que resignadamente el empleado terminó anotando en el Acta de Nacimiento.
Esta otra la viví personalmente.
Cierto día estaba con una empleada de Crybsa punteando la nómina. En la Facultad habíamos aprendido que a la hora de hacer trampas, en las liquidaciones donde la cantidad de trabajadores era grande, los vivillos fabricaban nombres y apellidos truchos y así falsificando recibos y firmas se quedaban con algún sueldito extra. Como rutina teníamos que controlar, era parte de los puntos de la auditoría.
Eran más de cuatrocientos, entre obreros y empleados administrativos.
A medida que los nombrábamos, si alguno de los dos lo conocía, le íbamos dando el okey, claro.
Casi sobre el final llegamos a “Contaduría”, …la dotación era de solo ocho personas y yo como jefe, cómo no los iba a conocer!!
Aquí nos metieron el perro, casi ladré…!!  “María Victoria Alessandroni”, ésta no existe, aquí nos jodieron!!
No Contador susurró, poniéndose roja como un tomate…, esa soy yo…
Cómo, si vos te llamás Esther retruqué.
Casi incendiándosele la cara me explicó:
“Mi mamá quería ponerme “María Esther” y mi papá “María Victoria”, … bueno cómo católicos que eran, la Virgen tenía que estar presente, en eso no había discusión, pero a mamá le gustaba Esther, y papá quería hacerle un homenaje a su nonna “Vittoria”, que en épocas de guerra siempre tenía un pedazo de pan y otro de queso para él, amén de alguna feta de jamón crudo que le robaba al nonno de la gambuza del patio trasero. Su agradecimiento lo tenía que manifestar de alguna forma, a pesar que la nonna quedó en Italia y que ya estaba muerta. El viejo ganó, porque a anotarme fue él, mientras la vieja se reponía en el hospital. Yo me vine a enterar cuando en el primer día de clase, mi maestra –Delia Domínguez-, le preguntó extrañada porqué la nena afirmaba llamarse “Esther”, cundo en los papeles decía María Victoria.
No se enoje Contador, pero yo me voy a morir siendo Esther…, dijo con una sonrisa y los ojos brillosos.
Nosotros no porque ya éramos grandes, pero los chicos del barrio eran una plaga.
Por esas épocas, las chacras lindaban con las últimas calles del pueblo, bueno, esa es una historia que se repite, y siempre va a ser igual.
Los gringos chacareros seguían haciendo su vida porque salvo alguna fruta, nadie tocaba nada. Las fincas apenas si estaban protegidas con postes de álamo con tres o cuatro alambres que más eran para delimitar que para impedir el paso. Había uno que tenía cuarenta gallinas, de esas “batarazas” y de “cogote pelado”. La maña del viejo era vender no más de una docena de huevos  por cliente,  y recogerlos de los nidos delante del interesado para demostrar que eran frescos. Los pibes no sabían que maldad hacer. Robarle huevos para comerlos o venderlos, ni pensarlo. La mami de enterarse los mataba. La bandita aprovechando el tiempo de la siesta, fue recogiendo tres o cuatro huevos por día, sacando uno por nido, para que no llamar la atención. Así, con paciencia, juntaron unos cuarenta o cincuenta, que los iban hirviendo, también de a poco, para que no se avivaran en casa. Por fin todos estaban transformados en “huevos duros” y estaban a buen resguardo arriba del ropero, esperando el día “D”. Ese día como un ejército de hormigas, entre todos hicieron el reemplazo.
Escondidos detrás de la acequia, escuchaban como si fuera un aplauso, el  batir de palmas que en la tranquera hacían los clientes para reclamar por “el chiste de los huevos duros”.
Recuerdo que cuando era niño, los padres, sobretodo las mamis, asustaban a sus hijos pequeños con el “cuco”,  o con la “gitana”. El uno era para que comieras la sopa y la otra generalmente para que durmieras la siesta. Era un recurso para que hicieras caso. La gitana era una figura conocida porque andaban por la calle, tocaban el timbre y adivinaban la suerte. Al “cuco” ninguno lo había visto, nadie lo había descripto, pero para todos era una cosa horrible.
En Regina tuvimos nuestro propio “cuco”. Era un linyera vestido andrajosamente. En invierno tapado con varios sacos, uno puesto arriba del otro para abrigarse. Vivía en la calle, generalmente alcoholizado, y durmiendo en casas abandonadas o en los baldíos que hoy son elegantes barrios. Los padres amenazaban con llamar a “Rabilla” si los nenes no tomaban la sopa. Los chicos al verlo en la calle, horrorizados se tiraban a los pisos de los autos llorando histéricamente. Con el tiempo, a medida que iban creciendo y entendiendo, ese sentimiento de terror se fue transformando en una profunda lástima y dio lugar a que muchos lo ayudaran con un poco de ropa o un plato de comida. El hombre era bueno, nunca supimos que hubiera hecho mal a nadie. Seguro fue eso que influyó en el cambio de sentimiento de los niños a medida que se hacían hombres. Recuerdo que en la década de los 70 unos compañeros míos de la Dirección Impositiva de La Plata fueron en comisión a hacer inspección a Regina y se alojaron en un hotel de la calle Rivadavia frente a las vías del ferrocarril. Entre ellas dormía Rabilla. Calculo que deben haber hablado con él, intuyendo que era buena persona, porque grande fue la sorpresa del hotelero cuando lo vio sentado en la cabecera de la mesa de su restaurante, agasajado por sus huéspedes. Cuenta mi amigo Amadeo, que se comportó correctamente, comiendo adecuadamente con sus cubiertos y su charla fue coherente, claro ese día no había bebido alcohol.
Rabilla cuando era linyera
(Fotografía tomada de Internet, si vulnera derechos reservados, favor comunicarse   a    pumasa@infovia.com.ar y será removida. Gracias).

 Para alegría de los nostalgiosos, les cuento que Rabilla vive, que curó su alcoholismo, y que es un ser realmente recuperado que recorre su ancianidad con la paz que no supo tener cuando era joven.
Personajes había muchos y  seguro que el stock se renovó. Yo estoy un poco alejado pero me acuerdo de algunos además de los que nombré, como de Hugo Raise, Director de la Banda, con su famosa orden para “arrancar”    “un…dó…tré…rancai”, o ese simpático pintor que todos conocemos por “el Jabalí”, debido a que mató a uno de esos animales salvajes con un certero “manzanazo”, si, si, …ese que vio una final de futbol,  mientras hubo un corte general de luz, solamente con la energía que estaba acumulada en la panza que hacían los cables en la puerta de su casa; o el honesto, pulcro y respetuoso trabajador Melita con sus oficios de Mozo, empleado de Correo y vendedor de Lotería y Quiniela.
Crybsa estaba en sus mejores épocas…
Creciendo, la firma había abierto una oficina en la zona bacana de San Isidro. Reunidos en un sala estábamos varios de los que habíamos viajado a hacer algunos trámites en la Capital Federal. De repente se abrió la puerta y quien era el presidente, -Domingo Colletti-, nos avisaba
“chicos, voy al pueblo y vuelvo, necesitan algo?”
Ahí me di cuenta que Regina no se iba a enojar si la llamaba “pueblo”, si mingo le decía “pueblo” a Buenos Aires yo también tenía derecho, que joder!!
Por todo esto, Regina, con cariño, con respeto y con orgullo, te digo Ciudad, vos sos mi pueblo.-
Mariano Oscar Giammona, Viedma 17 de mayo de 2012.
El Contador Público Mariano Giammona , descendientes de inmigrantes sicilianos se radicó en el año 1973 hasta 1996 escribió un libro "La sirena del Vapor" que es la historia de inmigrantes, desarraigo y cultura un aporte de vivencias personales.
Correo electrónico para quienes desean contactarse con el autor:
mgiammona2002@hotmail.com


1 comentario:

  1. EN LA DECADA DEL OCHENTA VISITANDO AMIGOS TUVE EL PLACER DE CONOCER VILLA REGINA, LUGAR AL QUE SUS CUENTOS ME HAN ACERCADO MUCHISIMO. HA SIDO UN PLACER DESCUBRIRLOS Y QUISIERA SABER SU EDITORIAL PARA CONSEGUIR ALGUNO DE SUS LIBROS EN MONTEVIDEO. DON MARIANO GIAMMONA MI AGRADECIMIENTO. maguilar.3@hotmail.com

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