CIUDAD,
VOS SOS MI PUEBLO
Ciudad, cuando te
conocí ya eras Ciudad.
Recuerdo como si
fuera hoy, cuando antes del año de que
me recibieras con tus brazos abiertos ya cumplías el medio siglo.
¿Pero si ya eras
ciudad, por qué te digo “pueblo”?
Porque me hiciste
vivir cosas bonitas, mágicas, tiernas, dulces, y recuerdos imborrables, como cuando era pibe en mi barrio de la ciudad de las diagonales.
La vida del barrio
es parecida a la vida de un pueblo. Las
noticias buenas o las malas se saben,
aunque no se lean en el diario, ni se escuchen por la radio.
Hacía ya varios días
que estaba viviendo en Villa Regina dispuesto a instalarme para cumplir con mi
nuevo trabajo en Crybsa.
Acostumbrado a la
gran ciudad, creía que conseguir una casa en alquiler era cosa fácil. Lo difícil
iba a ser la garantía, pero en fin… ya
veremos, me dije.
Resueltamente
comencé a averiguar en la misma empresa si sabían de alguna que estuviera disponible.
Con desazón después
pregunté por una inmobiliaria…
Aquí inmobiliaria
no hay y para que te enteres taxi hay solo dos -dijeron riendo-, sólo el “boca a boca” te puede salvar….
Me acomodaba en las
confiterías del Club Regina y del Círculo Italiano, esperando que café por medio llegara el dato, pero nada…
Me acordé cuando en
la Ciudad de La Plata nos llegaba un camión con mil cajones de cerveza para
descargar en un día domingo.
Con mi hermano
salíamos a recorrer los barrios de atrás de las vías de la calle 71, y al
primer tipo con cara de laburante que pedaleaba por la tierra, le preguntábamos
por … (e inventábamos un apellido, por caso “Fuentealba”).
¿Fuentealba?, ¿y
que calle le dijeron?, … no aquí por el barrio no hay ninguno… ¿y a que se
dedica?..
No mirá -decía mi
hermano- lo buscamos para una changa para descargar un camión… No, no lo
conozco, pero… yo podría ir si es lo mismo. ¿Cuánto pagas?, y ahí nomás arreglábamos
sin necesidad de una agencia de empleo.
Si en La Plata daba
resultado, por qué no aquí en Villa Regina.
Comencé la
recorrida en los barrios potables para
vivir. Repetí el juego por varias veces
sin resultado positivo.
El siguiente fin de
semana, ya buscando a las viejas con más cara de chusma que encontraba
barriendo la vereda o la calle de tierra, volví a la carga…
¿Fuentealba?. ¿y
que calle le dijeron?, … no por aquí no hay ninguno… ¿y a que se dedica?..
Mire señora me
dijeron que tiene una casita en alquiler… y yo estoy buscando… ¿vio?
No, Fuentealba no
pero mi vecina Horacia sé que alquila la casa porque al marido lo trasladaron a
Viedma,… es policía…¿sabe?, recién la vi, está aquí a media cuadra en la casa
de la mamá.
Horacia nos
acompañó, abrió la puerta. La casa estaba armada, casi con la mesa puesta. El
alquiler era razonable…
Zas!!!! Dije entre
dientes… ahora se viene lo de la garantía…Pero no. Casi me muero cuando me
dijo: “mire muchacho usted está pagando hotel y yo mañana viajo a alquilar en
Viedma, así que el contrato no lo podemos firmar hasta que vuelva la semana que
viene, tráigase unas sábanas e instálese, tome las llaves y que tenga suerte” “Ahhh, los huevos de la heladera son
fresquitos y caseros, va a ver que ricos…”. El lunes firmamos y me paga, ¿le
parece?. La casa estaba completita, ..,
la heladera llena, las camas hechas y casi me termino de morir cuando mirando
el estante del modular vi con sorpresa que hasta había dejado el monedero con
el dinero de las compras diarias. Y yo pensando en la garantía!!!!!!
Esto me gusta, ..,
y extrañándolo me dije: …esto es mi
barrio!!!.
Como si me
estuviera escuchando, con cariño y con respeto le dije: Regina… Ciudad…, desde hoy serás “mi pueblo”.
Parecía que eras el
conocido de siempre, la gente me llamaba por mi nombre, para todos era Mariano
(y todavía hoy lo sigo siendo), con el mismo cariño que a Canceco le decían “el
negro”. Eso estaba bueno…
Las casas quedaban
abiertas, los autos con las llaves puestas, las bicicletas apoyadas en el árbol
de la puerta. Mirá como será que mi señora en esos años encontró en lugar de su
Renault 12 rojo, uno parecido en el patio del corralón, y con las llaves
puestas. Bueno, ya partía con Don Ovidio a hacer la denuncia en la comisaría, cuando
llegó Horacio que confundido se había ido a “hacer” Tribunales a Roca ese día con el
auto cambiado. Como quién?, si vos lo conocés,…, fue gobernador… en serio te lo
digo!
Siempre fue un
pueblo especial. Yo creo que debe ser el único en el que todos nos peleábamos
por tomar leche de hormiga, o comer chorizos de gallo.
“Hormiga” era un
tipazo en el pueblo, yo creo que era amigo de todos, con un humor espectacular
y un carácter dulce y eléctrico a la vez, no alcanzabas a abrirle la puerta que
ya te había dejado la leche que a él le parecía. Si le decías que era mucha, a
las risotadas mientras se montaba a la
ranchera te gritaba: “dale… hace manteca
y mañana me convidás”, cuando rezongabas que era poca, te chanceaba, también
a los gritos, “dale…ponele agua que es gorda y no se nota”, pero nunca volvía
atrás.
Gallo no te traía
los chorizos a tu casa, tenías que ir temprano para conseguir la buena factura
que hacía, pero en fin..., valían la pena, eran de puro cerdo.
Mirá si será
especial Regina, que comprábamos carne en “carnicería Malacarne”,… que apellido
para hacer marketing…!!!
El pelo nos lo
cortábamos en la “Peluquería Cabello” de la calle Reconquista, bueno aquí el
apellido le vino bien al negocio, …le vino al
pelo a Cabello el oficio de peluquero!!
Todavía hoy, si
pasas por la calle España, podes conseguir vidrios de mármol, y seguro que Mármol
te atiende y te los corta a la medida…
Ahh, vos pensás que
Hormiga se enojó con Hormiguita cuando el pibe dio la fórmula de la leche en la
clase de la escuela, ni por asomo, se mataba de risa. Bueno, como en los
cuentos de “Jaimito” la maestra para entretenerlos les preguntó a los chicos
sobre los oficios de cada papá. Cuando
le tocó el turno, Hormiguita explicó claramente que la leche de su papá, se
hacía poniendo en “el tarro grande de aluminio” una manguera con agua y otra
con leche, y así se hace la “leche que vende mi papá…”
Pueblo de gringos…,
pero no extranjeros cualquiera, eran todos tanos, el cocoliche en esa época se
escuchaba todavía en las calles, acordate
de “don Carmelo”, de Candela de la Cipolletti, del amigo Di Leonardo, de
don Pietrini, el del aserradero, o del gringo Quaranta. Como no quiero que me
pegue algún hijo o nieto de algún personaje, les cuento un par de anécdotas,
sin decir de quien se trataba, porque
total alguno entradito en años le va a explicar a los pibes de quien se trata,
sin que quede yo como el gran difamador y mentiroso.
El doctor Noceti,
atendiendo a uno de ellos que manifestaba ir “duro” de cuerpo lo mando a que
viera al Dr. Galparoli. No tenía ese día secretaria, así que la puerta la abrió el propio bioquímico. Venciendo
su timidez y vergüenza, sacó arrebatadamente un pañuelo del bolsillo trasero y desenvolviéndolo
mostró su contenido, diciendo… “ma dottore, hago la kacca dura e con sángüe…,
ke puete sé?”
Otro, desesperado, como pidiendo clemencia, le lloraba a los inspectores de Rentas que lo
habían pescado en un renuncio…
“e ahora ke hago,
sono morto…”,
no se aflija lo
consoló uno de ellos, no se aflija… se acoge a la moratoria y listo…
Ma nó, ma nó figlio mio, si appena puedo con la Carmela.
Con Carmela,
después que se fueran los inspectores, partieron a almorzar a la casa del hijo.
Justo los pesca un
operativo en la ruta.
… y baliza lleva?
E para que queré ke la yebbe, si voy a lo de Carlitos y vuelvo,
no me kedo a dormí sta noche...
O como aquel otro
que participaba al médico de sus dolores de estómago…
y ud. amigo, defeca?,
má no doctore, si
appena tengo lu terrenito…, le decía en su cocoliche agarrándose la panza..
No me acuerdo si
era un grupo musical, o que tipo de artista que se presentaba en el Teatro. A
la hora de arreglar el caché el representante pidió “fifty-fifty”,
¿Cómo? Dijo el
gringo…
Muy suelto de
cuerpo el apoderado le dijo, “es lo normal señor… “ana-ana”, como se acostumbra….”
El tano, primero se
quedó pensando y luego se plantó,
porque de negocios
sabía, no por nada había hecho una fortuna desde que llegó de Italia!!
con dulzura pero
firme dijo
NOO; NOO; NOO…, NE
“FIFTY-FIFTY” NE “ANA-ANA”, METÁ E METÁ SI, E SERRAMO NEGOZZIO…
Lo de Quaranta, fue
un caso especial, no tanto de “cocoliche”, sino de asociación de una
frase armada y normal en español, traducida del italiano.
Corría el final de
la década del 70, y don Ovidio al frente
del mostrador atendía al gringo trabajador y pagador que era un cliente
chiquito pero seguro.
“E… save don
Ovidio, ke non traqué plata per pagá…”
No se haga
problemas lo dejamos en cuenta corriente y listo.
Talonario en mano
preguntó… cómo era su apellido, don José?
QUARANTA, rápido
dijo José… con la Q de formaggio per favore…
Los chicos de hoy
creerán que es mentira, pero en esas épocas las ideas eran un poco antiguas.
Todavía se usaba el luto riguroso, la mujer divorciada era una descocada, y los
preservativos mala palabra, y mala cosa. Solamente los compraban los hombres.
No estaban exhibidos a la vista, ni en
kioscos ni en farmacia, y no había
propaganda de ellos. El boca a boca decía cual era bueno y cual no. Comprarlos
era todo un tema. La mejor forma era en la máquina expendedora de los baños públicos, que si alguno te veía,
quedabas como un piola. Si la expendedora estaba rota empezaban los problemas.
Tenías que saber en que farmacia o en que
kiosco te atendía un hombre y espiar que no hubiera nadie, para que no te
escucharan pedir “eso”. Justo cuando lo lograbas, entraba alguien y terminabas
pidiendo un chicle o un cepillo de dientes, y volver más tarde. Al gringo que
vivía al lado de la Escuela 52 esas cosas no le pasaban, cruzaba la calle y
resueltamente se dirigía al kiosco que estaba enfrente, hubiera gente o no, le
daba igual. Total sabía que con su idioma cocoliche nadie se iba a dar cuenta
de lo que pedía, y tampoco podían ver lo que compraba porque el kiosquero se
agachaba, lo buscaba, y te lo daba envuelto.
Rápido encaraba
como zorrino al tren:
bueno día….má dame un fó.
(lo que no sabía
era que los alumnos si estaban de recreo
se cruzaban desde la escuela para
escucharlo pedir el famoso “fó”).
Unos años antes de
lo que te conté, ni sabíamos que existían chicos con cara y cuerpo de chicas
bonitas. Claro el pobre cliente del cabaret, -cuyo dueño tenía apellido muy
gringo, pero acento bien porteño-, se llevó flor de chasco y fue en queja al
Comisario. Aclarando el punto el titular decía:…”mire Comishhario, yo a las chicas las pedí a Buenos Aires, pero vio,
me las mandaron un poquito entreveradas. No se preocupe que no va a volver a
pasar, porque la próxima vez las reviso primero antes de bajarlas”.
Si se me hubiera
ocurrido hablar en vida con Miguel Quijano, cuántas anécdotas me hubiera
contado del Registro Civil del que era encargado.
Bueno, no se me
ocurrió, pero aquí les cuento dos, una recogida en la calle, y la otra la sé de primera fuente.
Yo tenía un colega
Contador cuyo nombre era “Lituarde”. Me llamaba la atención porque nunca había
escuchado ninguno parecido,
Un día hablando con
un anciano del pueblo, me contó que el empleado del Registro Civil, cuando
debieron anotarlo, preguntándole al padre por el nombre del niño, este le
respondía “Lituarde”…
Lapicera en mano
decía “repítame por favor como se llama el niño”…
Enojado y casi a
los gritos insistía el gringo: “LI-TUAR-DE”…”LI-TUAR-DE”…,
Como es que no lo entendían!!
Ese fue el nombre
que resignadamente el empleado terminó anotando en el Acta de Nacimiento.
Esta otra la viví
personalmente.
Cierto día estaba
con una empleada de Crybsa punteando la nómina. En la Facultad habíamos aprendido
que a la hora de hacer trampas, en las liquidaciones donde la cantidad de
trabajadores era grande, los vivillos fabricaban nombres y apellidos truchos y
así falsificando recibos y firmas se quedaban con algún sueldito extra. Como
rutina teníamos que controlar, era parte de los puntos de la auditoría.
Eran más de
cuatrocientos, entre obreros y empleados administrativos.
A medida que los nombrábamos,
si alguno de los dos lo conocía, le íbamos dando el okey, claro.
Casi sobre el final
llegamos a “Contaduría”, …la dotación era de solo ocho personas y yo como jefe,
cómo no los iba a conocer!!
Aquí nos metieron el perro, casi ladré…!! “María Victoria Alessandroni”, ésta no existe, aquí nos jodieron!!
No Contador
susurró, poniéndose roja como un tomate…, esa soy yo…
Cómo, si vos te
llamás Esther retruqué.
Casi incendiándosele
la cara me explicó:
“Mi mamá quería
ponerme “María Esther” y mi papá “María Victoria”, … bueno cómo católicos que
eran, la Virgen tenía que estar presente, en eso no había discusión, pero a
mamá le gustaba Esther, y papá quería hacerle un homenaje a su nonna
“Vittoria”, que en épocas de guerra siempre tenía un pedazo de pan y otro de
queso para él, amén de alguna feta de jamón crudo que le robaba al nonno de la
gambuza del patio trasero. Su agradecimiento lo tenía que manifestar de alguna
forma, a pesar que la nonna quedó en Italia y que ya estaba muerta. El viejo
ganó, porque a anotarme fue él, mientras la vieja se reponía en el hospital. Yo
me vine a enterar cuando en el primer día de clase, mi maestra –Delia Domínguez-,
le preguntó extrañada porqué la nena afirmaba llamarse “Esther”, cundo en los
papeles decía María Victoria.
No se enoje Contador, pero yo me voy a morir siendo
Esther…, dijo con una sonrisa y los ojos brillosos.
Nosotros no porque
ya éramos grandes, pero los chicos del barrio eran una plaga.
Por esas épocas,
las chacras lindaban con las últimas calles del pueblo, bueno, esa es una historia
que se repite, y siempre va a ser igual.
Los gringos
chacareros seguían haciendo su vida porque salvo alguna fruta, nadie tocaba
nada. Las fincas apenas si estaban protegidas con postes de álamo con tres o
cuatro alambres que más eran para delimitar que para impedir el paso. Había uno
que tenía cuarenta gallinas, de esas “batarazas” y de “cogote pelado”. La maña
del viejo era vender no más de una docena de huevos por cliente, y recogerlos de los nidos delante del
interesado para demostrar que eran frescos. Los pibes no sabían que maldad
hacer. Robarle huevos para comerlos o venderlos, ni pensarlo. La mami de
enterarse los mataba. La bandita aprovechando el tiempo de la siesta, fue
recogiendo tres o cuatro huevos por día, sacando uno por nido, para que no
llamar la atención. Así, con paciencia, juntaron unos cuarenta o cincuenta, que
los iban hirviendo, también de a poco, para que no se avivaran en casa. Por fin
todos estaban transformados en “huevos duros” y estaban a buen resguardo arriba
del ropero, esperando el día “D”. Ese día como un ejército de hormigas, entre
todos hicieron el reemplazo.
Escondidos detrás
de la acequia, escuchaban como si fuera un aplauso, el batir de palmas que en la tranquera hacían
los clientes para reclamar por “el
chiste de los huevos duros”.
Recuerdo que cuando
era niño, los padres, sobretodo las mamis, asustaban a sus hijos pequeños con
el “cuco”, o con la “gitana”. El uno era
para que comieras la sopa y la otra generalmente para que durmieras la siesta.
Era un recurso para que hicieras caso. La gitana era una figura conocida porque
andaban por la calle, tocaban el timbre y adivinaban la suerte. Al “cuco”
ninguno lo había visto, nadie lo había descripto, pero para todos era una cosa
horrible.
En Regina tuvimos
nuestro propio “cuco”. Era un linyera vestido andrajosamente. En invierno
tapado con varios sacos, uno puesto arriba del otro para abrigarse. Vivía en la
calle, generalmente alcoholizado, y durmiendo en casas abandonadas o en los
baldíos que hoy son elegantes barrios. Los padres amenazaban con llamar a
“Rabilla” si los nenes no tomaban la sopa. Los chicos al verlo en la calle,
horrorizados se tiraban a los pisos de los autos llorando histéricamente. Con
el tiempo, a medida que iban creciendo y entendiendo, ese sentimiento de terror
se fue transformando en una profunda lástima y dio lugar a que muchos lo
ayudaran con un poco de ropa o un plato de comida. El hombre era bueno, nunca
supimos que hubiera hecho mal a nadie. Seguro fue eso que influyó en el cambio
de sentimiento de los niños a medida que se hacían hombres. Recuerdo que en la década
de los 70 unos compañeros míos de la Dirección Impositiva de La Plata fueron en
comisión a hacer inspección a Regina y se alojaron en un hotel de la calle
Rivadavia frente a las vías del ferrocarril. Entre ellas dormía Rabilla.
Calculo que deben haber hablado con él, intuyendo que era buena persona, porque
grande fue la sorpresa del hotelero cuando lo vio sentado en la cabecera de la
mesa de su restaurante, agasajado por sus huéspedes. Cuenta mi amigo Amadeo,
que se comportó correctamente, comiendo adecuadamente con sus cubiertos y su
charla fue coherente, claro ese día no había bebido alcohol.
Rabilla
cuando era linyera
(Fotografía tomada de Internet, si vulnera derechos reservados, favor comunicarse a pumasa@infovia.com.ar y será removida.
Gracias).
Para alegría de los
nostalgiosos, les cuento que Rabilla vive, que curó su alcoholismo, y que es un
ser realmente recuperado que recorre su ancianidad con la paz que no supo tener
cuando era joven.
Personajes había
muchos y seguro que el stock se renovó.
Yo estoy un poco alejado pero me acuerdo de algunos además de los que nombré,
como de Hugo Raise, Director de la Banda, con su famosa orden para
“arrancar” “un…dó…tré…rancai”, o ese simpático pintor que todos conocemos por
“el Jabalí”, debido a que mató a uno de esos animales salvajes con un certero “manzanazo”,
si, si, …ese que vio una final de futbol, mientras hubo un corte general de luz,
solamente con la energía que estaba acumulada en la panza que hacían los cables
en la puerta de su casa; o el honesto, pulcro y respetuoso trabajador Melita
con sus oficios de Mozo, empleado de Correo y vendedor de Lotería y Quiniela.
Crybsa estaba en
sus mejores épocas…
Creciendo, la firma
había abierto una oficina en la zona bacana de San Isidro. Reunidos en un sala estábamos
varios de los que habíamos viajado a hacer algunos trámites en la Capital
Federal. De repente se abrió la puerta y quien era el presidente, -Domingo
Colletti-, nos avisaba
“chicos, voy al
pueblo y vuelvo, necesitan algo?”
Ahí me di cuenta
que Regina no se iba a enojar si la llamaba “pueblo”, si mingo le decía
“pueblo” a Buenos Aires yo también tenía derecho, que joder!!
Por todo esto,
Regina, con cariño, con respeto y con orgullo, te digo Ciudad, vos sos mi pueblo.-
Mariano Oscar Giammona, Viedma 17 de mayo de 2012.